Decenas de ojos me observan incrédulos desde cada rincón de la pared, con miradas ansiosas de Rock&Roll; con guitarras apunto de comenzar a arder. Susurran a mis espaldas. Cantan canciones prohibidas. Pero sus pupilas y sus voces me pertenecen. Capturados por un ser superior, reposan atrapados en sus cárceles de vinilo.
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